Esta vez voy a prescindir de soltar el rollo por orden cronológico, de lo cual ando un tanto aburrido. Mejor voy directamente al grano. Esta semana, conocimos a Lis, una mujer venezolana realmente admirable. Con la idea de poder trabajar en su barrio/comunidad, vino a la oficina, para charlar y que nos contase un poco a Terida y a mí. Nos contó mucho más que eso. Si el título de esta entrada es parálisis, lo es porque es la gran sensación con la que se topa la persona migrada. En su caso, le duró más de un año y medio. Hay quien no deshace la maleta porque todavía no se hace la idea de dejar su país o porque piensa que volverá pronto. La realidad es otra. En mi caso, recuerdo con qué ganas quería pasar de Brasilia a Manaos y por fin, deshacer mi maleta en la que sería mi habitación. En mi nueva (temporal) ciudad. Claro, elegido libremente y sabiendo que habría retorno. Situación muy distinta la del refugiado. Esa parálisis es justamente la que impide cualquier tipo de integración, la
Espacio donde compartir vivencias, pensamientos y sentimientos durante mi participación en el Voluntariado Pedro Arrupe (VOLPA).