Esta vez voy a prescindir de soltar el rollo por orden cronológico, de lo cual ando un tanto aburrido. Mejor voy directamente al grano.
Esta semana, conocimos a Lis, una mujer venezolana realmente admirable. Con la idea de poder trabajar en su barrio/comunidad, vino a la oficina, para charlar y que nos contase un poco a Terida y a mí. Nos contó mucho más que eso.
Si el título de esta entrada es parálisis, lo es porque es la gran sensación con la que se topa la persona migrada. En su caso, le duró más de un año y medio. Hay quien no deshace la maleta porque todavía no se hace la idea de dejar su país o porque piensa que volverá pronto. La realidad es otra. En mi caso, recuerdo con qué ganas quería pasar de Brasilia a Manaos y por fin, deshacer mi maleta en la que sería mi habitación. En mi nueva (temporal) ciudad. Claro, elegido libremente y sabiendo que habría retorno. Situación muy distinta la del refugiado.
Esa parálisis es justamente la que impide cualquier tipo de integración, la que mantiene a la persona migrada encerrada en las paredes de su casa. Con miedo. Lis nos relataba cómo ese miedo y la consecuente victimización genera algo tan dañino como la xenofobia, la sobreprotección. En ese periodo de "letargo" en que los brasileños del barrio la trataban como la "pobrecita" se sentía sin identidad. No sabía quien era. En Venezuela era periodista, entre otras cosas, eso la definía. ¿Y ahora? Cuando en el trabajo con jóvenes les pregunta qué quieren ser, estos le responden que "querían ser..." pero ahora ya no podían serlo. Se interioriza que en esta nueva situación, en otro país, no queda otra que asumir que lo que se era o quería ser, ya no es posible. La persona se paraliza. Y es realmente difícil cambiar eso. Pero ahí está ella, tras haber logrado cambiarlo, luchando para que otros puedan.
En parte eso se consigue aceptando que "no todos vamos a volver mañana y algunos no volverán nunca". Por lo que a ella respecta, con una hija de 7 años que ya ha vivido más años en Brasil que en Venezuela y con toda una familia ya fuera del país, en una diaspora internacional, tiene claro que muy probablemente Brasil sea su nuevo hogar. Así pues, los venezolanos tendrán que integrarse (aprender el idioma, dejar de creer que su vida acabó, etc) y los brasileños deberán "aguantarnos" porque "vamos a seguir llegando". En sus propias palabras: "Esto es un matrimonio forzoso pero tenemos que amarnos".
Entre otras cosas, también nos contó el gran problema que supone el desconocimiento ligado a esa posición de "indefensión aprendida" de muchas personas migradas que por el hecho de verse en otro país asumen que no tienen ningún derecho. De ese modo, son numerosísimos los casos de familias que no matriculan a sus hijos en la escuela porque creen que por estar en el extranjero han perdido el derecho a la educación. Lis, socarronamente, decía que no solo tienen derecho sino que los padres están obligados por ley a respetarlo.
También nos habló de los múltiples casos de abandono que se dan en matrimonios cuyo marido iba a otra región a trabajar y le decía a la esposa (después de que esta vendiera todos los enseres para costear el viaje de ella y sus hijos) que no fuera, que había "rehecho" su vida. En su barrio, eran muchas las mujeres en esa tesitura. Ella está organizando una asociación de apoyo vecinal para hacerse cargo de los hijos de estas mujeres mientras ellas estudian. Sin apoyo mútuo, qué les esperaría...
En fin, como véis, quedé impresionado con Lis, su vida y su trabajo. El próximo 8 de marzo, día internacional de la mujer, si todo va bien haremos una actividad conjunto con ella en su comunidad.
La parálisis en una reacción bastante natural ante situaciones que suponen un "shock" en nuestras vidas. Aún así, hay personas que tienen la capacidad para sobreponerse a ese choque inicial y actuar con increíble templanza y decisión. Me viene a la cabeza un testimonio que vi ese mismo día. La historia del padre Pere Casaldàliga a su llegada como misionero al pequeño municipio de São Félix do Araguaia. Su primera mañana allí, hubo de encontrarse con los cadáveres de varios niños muertos a causa de la malaria. La lucha que siguió a ese suceso, es realmente inspiradora.
A quien le interese, hay una película en dos partes que relata lo acontecido. Entre otras cosas, las luchas sociales entre "posseiros" (agricultores que trabajaban tierras sin propietario para, por ley, obtenerla tras una posesión/trabajo superior a un año) y "fazendeiros" (hacendados, que por aquel entonces, buscaban obtener grandes extensiones de terreno para monocultivo o ganadería) en Mato Grosso y los interminables asesinatos de los primeros a manos de los segundos, amparados por la dictadura militar.
Lo dicho, podéis ver su estimulante testimonio pinchando en los enlaces que siguen:
En castellano: Descalzo sobre la tierra roja
En catalán (V.O): Descalç sobre la terra vermella
Muy recomendable.
Antes de verla, por la tarde, asistí a la presentación del segundo volumen del libro "Vidas que falam" que versa sobre las más de 30 personas dedicadas en cuerpo y alma a la defensa de los derechos humanos en la Amazonía. Se prestó especial atención al testimonio de Claudio Perani. Quien inspiró e influenció sobremanera para la creación del Equipo Itinerante. Por ilustrar un poco, dejo la foto que sacaron del evento:
Como comentaban los jesuitas el domingo, en el almuerzo en el que les acompañé, si por un día se dejase de producir armamento, de gastar en desplazamientos (refiriéndose a los eventos en la frontera Ucranina-Rusa) y se destinasen esos fondos a...bah. En fin, que nada nuevo ni inesperado pero la frustración es palpable y la menor actividad hace a uno entrar en cierto desengaño. Ya me lo advertía Agnaldo, después de la idealización de la novedad viene el bajón. Algo así. Tampoco ha ayudado, por otro lado, el nulo movimiento por mi parte en cuanto a conocer nuevas personas y lugares. Como le comentaba a Agnaldo, ayer, en la videollamada que tuvimos. Estoy demasiado bien. Quiero decir, demasiado acomodado.
Es algo que hablé con un amigo, Vicent, hace unos días. Andaba rayado. Él me dijo que imposible, cómo iba a estar en mi zona de confort, ¡si estaba en Brasil! Nah, Vicent, fes-me cas que la zona de confort no depén tant del lloc. Con los recursos mínimos, te adaptas a cualquier cosa. Y yo aquí no voy falto de ellos, se me ha cuidado (y cuida) la mar de bien. Agnaldo resumió el asunto de forma concisa: ¡espabila tío! Bueno, con la cartilla leída me planteo marzo de otra forma. Confío también en que una actividad retomada con mayor normalidad, y bastante cargada de acciones (las 17 reuniones en las que he acompañado a Terida son buen motivo de ello), ayude a abandonar este inmovilismo del último mes que me ha tenido y tiene un poco preocupado.
Por cierto, no sé si os habéis enterado de la tragedia que azotó a Petrópolis el pasado martes (15) en el que ya se contabilizan más de 200 muertos. Lluvias intensas que generan desplazamientos de tierra que soterran barrios enteros y a quienes se encuentran dentro (sobre todo mujeres por razones injustamente obvias). En entradas anteriores os contaba y enseñaba fotos y vídeos de situaciones similares en Manaos aunque, no de la gravedad de esta. Terrible.
Cuidaos,
Sergio
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