En esta entrada voy a relatar mi día a día en el retiro de silencio en el que estuve entre los días 17 y 25 de este mes. La idea era realizar unos ejercicios espirituales durante unos días en los que no podría hablar con la gente de dentro, ni tendría móvil o internet para comunicarme con la de fuera. Estaría yo, pues, solo y en silencio.
Primero de todo, presentar el lugar para que os podáis hacer una idea de cómo era el espacio en el que pasé este "encierro" voluntario.
Como nos explicaron la primera noche (ciertamente éramos un grupo de 6 personas por lo que solo como tal no estaba, aunque en la práctica no me pudiera comunicar), el día se organizaría en torno a algunos horarios. Si bien, respetarlos, se dejaba al libre albedrío de cada uno. Los horarios eran estos:
07:30 Desayuno
10:00 Almuerzo
11:30 Puntos de la tarde
12:00 Comida
15:30 Merienda
18:00 Misa
18:30 Cena
19:30 Puntos de la mañana
20:00 Té de la noche
Como podréis observar, alimentarme fue una de las activiades que más realizaría estos días. Ya en la primera cena una mujer planteó si la gula estaba permitida en el retiro. Lo cierto es que la comida estaba muy buena, así que no apetecía saltarse ninguna franja horaria en la que hubiera. En cuanto a los "puntos", básicamente eran un espacio donde el padre Luiz Sureki (como orientador de los ejercicios) nos daba y explicaba unos materiales (dos hojas con algunas reflexiones, preguntas, referencias a los textos bíblicos y citas "laicas") con los que luego, realizaríamos esos "ejercicios espirituales" (oración/meditación) en la tarde del mismo día y a la mañana del día siguiente. Las horas eran dos porque la recomendación era que hiciéramos dos ejercicios por la mañana y dos por la tarde. Al parecer Ignacio de Loyola entendía los ejercicios espirituales como si de físicos se tratasen. En cuanto a que, de la misma forma que se puede ejercitar un músculo, se puede "entrenar" el espíritu, practicando la contemplación (tratar de imaginar los pasajes con los sentidos) y oración de forma continuada. A este respecto, el tiempo de "ejercicio" óptimo es de unos 45 minutos y consta de las siguientes partes:
- Escoger un lugar. En el que poderse silenciar. Evitar ir moviéndose de uno a otro.
- Calmarse. Relajando el cuerpo con respiraciones pausadas. Si hay distracciones acogerlas sin prisa hasta que desaparezcan.
- Invocar el Espíritu Santo. Pedir al Espíritu Santo la gracia relacionada con el tema a tratar.
- Tomar el texto. Leer pausadamente el texto propuesto por el orientador. Tratar de envolverse por las escena, verlas, escuchar lo que dicen, etc. Releer aquello que nos "toque más intensamente".
- Coloquio final. Agradecer y hablar con el Espíritu Santo sobre aquello que hemos sentido.
- Tomar nota. Apuntar cuestiones que nos hayan podido parecer significativas, reflexiones, sentimientos, ideas...
Estimulamos esta inteligencia, podemos situarnos en el plano de estas cuestiones, con:
- Soledad - Silencio - Contemplación - Filosofía - Arte - Diálogo - Ejercicio físico - No hacer nada - Fragilidad - Música - Meditación - Solidaridad -
Hasta aquí la chapa teórica, ahora viene hablaros de mi día a día (contado un día, contados todos) y las diferencias que percibí en una rutina sin presión por el reloj, ni distracciones, ni tampoco obligaciones.
Mi día empezaba a las 6:30, me levantaba con el pitido del despertador y hacía estiramientos. Antes de ir a desayunar escribía un poco (cartas y reflexiones). Una vez desayunado, me dedicaba a esos dos momentos de meditación. Entre medio, según lloviese o hiciera sol, me quedaba simplemente contemplando el paisaje desde mi ventana o leía la Biblia (como sólo tenía dos libros a parte de esta, hube de racionar, decidí empezarla por el principio). Luego de los puntos de la tarde y la comida (en ocasiones ponían música clásica), leía un poco hasta que el estómago lleno y la relajación me llevaban a la siesta. Al despertarme, escribía de nuevo y me ponía con las meditaciones de la tarde hasta las 18:00 que teníamos la misa. Antes de ir aprovechaba para dar un paseo por las inmediaciones. La misa era el único momento, en los cantos de la celebración, en el que podía emitir sonidos humanos. Tras la cena y los puntos de la mañana siguiente, volvía a mi cuarto. Me daba una ducha y escribía. Despues de estirar de nuevo, leía (alguno de los dos libros que no eran la Biblia, para oxigenar un poco de tanta religión) hasta que me entraba el sueño que solía ser a eso de las 22:00.
¿Alguien más se apunta o ni cobrando? Jaja
En lo que respecta a aquello que fui percibiendo durante estos días, decir que:
*Advierto primero, que no son sentencias filosóficas elevadas ni mucho menos, solo detalles que me llamaron la atención.
1) Me di cuenta, el primer día, de que prácticamente todas las acciones cotidianas que realizaba, las hacía rápido. Andaba rápido al desayuno, comía como si llegase tarde...vi de forma clara, como nos afectan de forma inconsciente los ritmos de vida acelerados. Me costó varios días adaptarme a vivir sin prisas.
2) Relajarse, es difícil y cansa bastante, por paradójico que parezca. Las meditaciones hacían que tuviese que buscar la máxima relajación (silencio interno) cuatro veces al día. Teniendo en cuenta que no llego a esos estados ni una vez en meses, "forzarse" a llegar tantas veces tantos días seguidos, cuesta. Luego estaba la pregunta...¿hemos llegado ya? En relación a, ¿ya estoy relajado? Porque claro, ¿en qué punto considero que ya estoy lo suficientemente relajado? El orientador nos dijo que todo el que fuese necesario, que si teníamos que usar 40 minutos de los 45 minutos de meditación, lo hiciéramos. Os invito a probar, al minuto 5 (por falta de costumbre) estaréis pensando, ¿ya, ya, ya estoy relajado? Y acabaréis más nerviosos si cabe. Yo me sentía seguro cuando llegaba a sentir mis latidos de forma tal, que escuchaba en mis oídos como retumbabam y se movían estos a su son. Eso sí, no llegué tantas veces como hubiera deseado a ese punto.
3) La diferencia entre "no hacer nada" y no hacer nada. Con esto me refiero a que a veces, digo: "venga voy a descansar (parar de hacer cosas)" y me pongo a ver, qué se yo, unos vídeos de Youtube. Luego me preguntan: "¿qué hiciste ayer?" Contesto: "¿Yo? Nada". Pues no, nada no era. Decimos nada porque no es algo que se entienda por útil en un marco que nos juzga a la mínima que dejamos de hacer cosas "productivas". Al final, productivas o no, estamos constantemente haciendo cosas. Yo os invito a que os tumbéis un día en la cama, sin sueño ni intención de dormir, y miréis al techo durante media hora (a ser posible con notificaciones en silencio). Pienso que os vais a reir.
4) Ligado a lo anterior, parecido pero diferente, está la contemplación. A mí estos días no me ha quedado otra que contemplar en algún momento, el día tiene muchas horas y con medios escasos y en soledad no se puede hacer mucho. Lo que yo vengo a defender es que no contemplemos la contemplación (chistaco, lo sé) como una opción sólo cuando estemos en situaciones "extremas". Por ejemplo, en un viaje en tren donde nos quedamos sin batería y estamos rodeados de antipáticos, vaya, casi que lo único que puedo hacer es mirar por la ventana. ¡Pues no! Mirar por la ventana, contemplar el paisaje ya era una buena opción antes, es tan buena como distraerse con el móvil o charlar con el compañero de asiento. O al menos, yo he disfrutado haciéndolo estos días. Mucho más de lo que lo había hehco antes y habiendo llegado a este razonamiento, haciéndolo ya por gusto y no por "necesidad".
5) Que importante es la comunicación no verbal eh. En estos días sin "poder" dar unos buenos días, el contacto visual junto con una bondadosa sonrisa llenaban (y de qué manera) el vacío de atención y expresión que implicaba la ausencia de comunicación (verbal). ¡Más sonrisas y menos buenos días siesos!
6) Sobre la atención, comentar que vivir en un estado sin apenas cosas a las que atender, hace que atiendas muchísimo más cualquier cosa por pequeña que sea. He notado bastante como mi capacidad de concentración aumentaba y percibía muchos más matices. Por supuesto, no se trata de vivir en un retiro perpetuo (por lo menos para quien no sea monje/a de clausura), pero sí ver que quizás sea positivo reducir (en la medida que se pueda) el ruido mental al que nosotros mismos nos abocamos (el otro día un buen amigo me contaba que llevaba días sin dormir bien porque no paraba de preocuparse leyendo todas las noticias y versiones del actual conflicto en Ucrania). No hace falta tanto, sin aturullarse, abarcando menos, se hace más.
7) En relación al último punto y recogiendo lo que comentó el orientador de que el retiro tenía como finalidad, "ordenar nuestros afectos"; decir que yo he ordenado los míos. Y no es que en la teoría no lo estuvieran, sino que en la práctica no era coherente. Por más claro que tuviera que debo cuidar de mis seres queridos y cuidar de mi mismo, luego en el día a día caía fácilmente en distracciones tontas. Pongo ejemplo. Al despertarme cada mañana, mirar antes los resultados de la NBA y perderme en estadísticas y resúmenes en lugar de, levantarme y hacer unos estiramientos con los que mejorar mi salud y ánimo. Oye, ¡nunca tenía tiempo para estirar! Tiempo tenía, sólo que ponía por delante cosas menos importantes que acababan comiéndoselo. Estos días en el retiro he podido comprobar cuan poco importante eran ese tipo de distracciones en las que empleaba diariamente tanto tiempo y es que, a falta de medios para poder "caer" en ellas, mi reacción, mi sensación ha sido de total y absoluto desinterés. Eso me ha mostrado que el interés (y por ende la necesidad que sentía de "saciar", responder a ese interés) que tenía antes no era real, solo era la dinámica que yo mismo había creado y que engañosamente alimentaba. Ahora toca estirar dos veces por día y lo que, antes me parecía un imposible (o un coñazo) ahora me parece mucho mejor opción (por tanto, muy fácil de hacer) que aquello que érroneamente, vivía como más necesario.
8) La hamaca es un in-ven-ta-zo. Hay que pasar más tiempo en posición horizontal. La sabiduría oriental dixit.
9) No sabría, ni me atrevería a decir, la relación que puede haber entre el uso del teléfono móvil/no poder hablar (lo señalo como posibles causas porque son los cambios más grandes de estos días) y la capacidad de recordar nítidamente los sueños. Pero lo cierto es, que cada amanecer, he sido capaz de recordar entre cuatro y cinco sueños distintos sin necesidad de esforzarme. Lo destaco porque, en mi caso, sí tengo que emplearme a fondo (de normal) si quiero recordar lo que he soñado. No sé si soy el único.
10) Por último, mencionar la ausencia de "ansia" (necesidad desmedida) en cuanto a realizar las cosas. Poniendo el ejemplo del móvil; han habido ocasiones que durante una clase, horario de trabajo o evento social, he tenido muchas ganas de mirar el móvil o hacer algo con él. Incluso al punto de alejarme y hacerlo a "hurtadillas". Me ha sorprendido como, estos días, que suman más horas que todas las que tuve que esperar nunca (para mirar el móvil), no he sentido ninguna ansia ni experimentado algo así como "tentación". Eso habla, pues, de una necesidad como percepción y no como hecho Creaba esa ansia en tanto alimentaba la dinámica de impaciencia y privación. También se da la situación de que (viendo mi propia experiencia) he sido más impaciente con cosas que van a estar ahí, no se van a mover ni acabar (ejemplo: el resultado de un partido) que con cosas que sí son finitas (las personas, las relaciones humanas). Causa de ello el interés, claro, pero, ¿qué debería ser/es más digno de interés? ¿Una cosa o una persona?
En fin, estas y otras cosas fui pensando y apuntando. Espero que a alguien le puedan resultar de interés y si no, tampoco pasaría nah jaja. Media mañana de sábado ya he echado con la tontería.
Abrazos,
Sergio
PD: la casa de retiro se llamaba Vicente Cañas (Kiwxi) en honor a un jesuita español, misionero indigenista, que fue asesinado en 1987 a causa de su defensa de los Enawenê Nawê y la demarcación de su territorio como área indígena para protegerlos de los intereses económicos de los terratenientes de la región.
Podéis conocer su historia y la de los indígenas con los que vivió 11 años, viendo un pequeño documental que encontraréis al pinchar aquí.
Enhorabuena tu introduccion con lá espiritualidade ignaciana
ResponderEliminarGracias, una muy buena experiencia introductoria aunque de esa parte, más personal, casi ni hable en la entrada.
Eliminar¡Completamente de acuerdo con el punto 8! Qué de cosas te puede regalar pasar una buena media hora en una hamaca practicando la contemplación.
ResponderEliminarSin duda alguna, tengo que ver dónde voy a colocarla en España jaja. Es un imprescindible de vida.
EliminarEsas propias impresiones, esas ideas de las que te has ido percantando parecen un gran tesoro de experimento sobre sí mismo y sobre el mundo, un regalo vital. Gracias por compartir, es tan real como inspirador
ResponderEliminarGracias a ti, amiga, por valorarlo de esa forma. Cuídate :)
EliminarMuy interesante tu retiro, pero veremos si eres capaz de mantenerlo en e! tiempo. Todo un récord para ti, el no poder hablar 😂😂😂, bien por ti. Amunt cabut 🙏🙏🙏👍👍
ResponderEliminarPor qué ignaciana?
ResponderEliminarPorque el retiro bebe de los ejercicios espirituales creados por Santo Ignacio de Loyola. Fundador de la Compañía de Jesús.
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