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Semana 28 - Itinerancia

Esta es una de las entradas más especiales que voy a tener la suerte de poder escribir y compartir. En la que voy a mostrar como fue mi primera itinerancia en el interior amazónico. Eternamente agradecido al Equipo Itinerante y a la familia de Ney, por haber hecho esta semana posible y haber tenido la simpatía e interés de hacerme partícipe.



Nuestra itinerancia comenzaba el dìa 29 de abril, el grupo lo formaban cuatro integrantes de la Capoeira Itinerante (y por extensión, del Equipo Itinerante), el hermano jesuita José y yo mismo. Qué menos que empezar presentándolos:


De izquierda a derecha tenemos a José, Zé Leandro, Zumba, Ney (abajo), servidor y Erica

El plan de viaje era el siguiente. Salíamos desde Manaos a las 12:00 (sumando el consabido retraso) y llegábamos a Coari al día siguiente sobre las 17:00 de la tarde. Allí debíamos participar de una actividad de Capoeira. Pasaríamos la noche en la casa flotante de la familia de Ney y ya sería el domingo, primero de mayo, cuando en lancha llegaríamos tras tres horas largas a la casa donde nos alojaríamos cinco días. En dicha casa, aislada aunque perteneciente a una comunidad indígena y ribereña (ambos conceptos tienden a mezclarse con las progresivas interrelaciones), participaríamos en varios procesos de trabajo campestre. Con la elaboración de la ¨farinha de mandioca¨ como centro de todos ellos. También, por supuesto, sería tiempo para estar con la familia, conocerla y que nos conocieran pues solo Ney, claro está, y Zumba habían ido antes.

Con nuestras hamacas desplegadas sobre las cajas y bolsas de víveres que llevábamos, el viaje podía comenzar...


Pensé erróneamente que el barco se dirigiría hacia el Encuentro de las Aguas que ya había presenciado en mi salida a Pará (pincha aquí para leerla). Mi desconocimiento, por el contrario, ignoraba que por ser la época de ¨cheia¨ que es, el barco podría atajar por uno de los múltiples canales ¨terrrestres¨ que se abren al inundarse esas tierras. 

Ah sí, debo señalar ya que todas las fotos y vídeos que vais a ver fueron tomadas por José y Zumba a los cuales agradezco tamaño trabajo. Quedé libre de andar preocupado con el registro y la verdad, fue un alivio.

Dejo pues algunas fotos de camino a Coari:









La bandera del estado de Amazonas (plegada está la ¨judía¨) y unas estrellas de David, así se denominaba el barco. Navío dirigido por evangélicos, beber alcohol está prohibido a bordo.







El día pasado en el barco fue muy apacible y cómo no, sorprendí a todos con mis grandes aptitudes para dormir en la hamaca. Está chupado.


A media tarde llegábamos a Coari, la ciudad más rica del estado del Amazonas gracias a sus reservas petrolíferas (hay un gaseoducto que la conecta directamente con Manaos) y también, como no, la más corrupta. La familia Pinheiro la controla por completo y solo se reparten las migajas entre los fieles. Padre e hijo, ex alcaldes, en la cárcel (corrupión y pedofilia) y ahora, la hermana al poder. Toda una saga familiar, de miedo.




Por nuestra parte, ya desembarcados, fuimos recibidos y recogidos por Seu (señor) Raimundo que en su lancha nos llevaría a la casa flotante de la familia. Aquí pasando de un barco a otro nuestras pertenencias:




¨Estrela de Davi¨ el barco con el que habíamos viajado:


Eso sí, antes de llegar a la casa debíamos comprar dos productos fundamentales para nuestro tiempo allí. Hielo y gasolina. Sin electricidad el primero se convierte en el principal método de preservación de alimentos y el segundo, transporte. Tras las compras, pusimos rumbo al barrio ¨flotante¨ donde pasaríamos la noche.







En la casa del ¨Porco Branco¨, a quien veis en esta imagen mientras hacía açaí, era donde nos alojábamos.


La parada no fue por mucho tiempo, el justo para dejar nuestras cosas, y rápidamente nos llevó Seu Raimundo (solo se podía, desde allí, llegar en lancha o canoa a la ciudad) a tierra firme. Se me olvidó decir sobre Coari que es famosa por sus accidentes de tráfico. En parte, porque es transitada casi en su totalidad por motos. Mal lugar para montarme en moto por primera vez, pero es la forma más barata de movernos y éramos seis. Como también fueron seis los moto-taxis que nos llevaron al lugar del evento de capoeira.



Por desgracia, el organizador local ha perdido el control de su vida en favor del alcohol, nos comentaron que el evento se cancelaba. Fuimos entonces caminando hasta un supermercado donde hacer la última compra antes de ir al interior.



Como decía, en Coari apenas hay coches por lo que tuvimos que echar mano de una moto con remolque para llevar toda la compra y a nosotros mismos:



Al llegar a la casa, un baño en aquellas aguas en las que mejor sumergirse sin luz. También es el agua que se consume, de un tono amarillento, como lo seguiríamos haciendo los siguientes días. 


La primera comida de muchas, todas, en las que el pescado sería el ingrediente esencial. Luego iríamos a la casa de enfrente donde el joven Dudu tendría la oportunidad de poner en práctica sus lecciones de peluquería con las cabelleras de Zumba, Erica y mía. 


El domingo debíamos salir bien temprano, antes de que el sol saliese, ya que es peligroso viajar en las horas del mediodía cuando el ¨banzeiro¨ (sobre todo  la altura del ¨Río Mar¨ -la comunidad se halla en la entrada del río Urucu-) es demasiado fuerte y hace muy arriesgada la travesía. A medio camino nos tomamos una foto el ¨frente ibérico¨ y es que se me ha olvidado mencionar que José es portugués. Éramos pues, los dos blanquitos del lugar.



El viaje duraba poco más de tres horas, lo suficiente como para que nuestros estómagos sin desayunar pidieran alimento. Por suerte, el previsor Ney había guardado las sobras de la cena anterior. Jaraki con farinha grossa la cual no soportaba por su dureza (parece que te vas a romper los dientes al comerla) y a la que al final me acostumbré.


Antes de llegar a nuestro destino temporal he de decir que Ney nos estaba llevando a un lugar realmente íntimo. Como nos contó, tras la muerte de su madre cuando tenía 8 años, perdió el contacto con su familia materna. No fue hasta los 28 que remontando el mismo río fue en busca de ellos, hallándolos en este exacto lugar. La vida ni era ni es nada fácil. Ya nos lo advirtió (y por ello lo hago también yo ahora), el que vive en el interior lo hace porque no tiene otra opción (por lo menos quienes se dedican al sector primario y no cuentan con "grandes" sumas fijas de dinero). Ni estudios ni dinero para salir. 

La semana anterior, en una llamada para preparar algunos detalles, ya nos había contado entre lágrimas la tristeza que sintió cuando en una de sus primeras visitas le despertaron de madrugada. Era una noche con mucho viento, tanto que los ¨tucumás¨ pronto caerían. Debían estar listos para salir y recogerlos rápidamente, antes de que cualquier otro animal lo hiciese. De lo contrario, no tendrían el qué desayunar. El hecho de ver a unas personas, su familia, al mismo ¨nivel¨ que los animales en cuanto a su supervivencia, sin ningún tipo de ¨control¨ mayor...le hizo ver la crudeza de esa vida.

Es por ello que no es mi intención traer un relato romantizado sobre estas personas o los días que pasé allí. Si no nos faltó alimento fue porque lo llevamos nosotros. En el interior se pasa hambre, mucha. 

Tras esto, nos acercábamos al que sería nuestro momentáneo hogar:



Al llegar, hubo que preparar el pescado que nos serviría de comida. Casualmente habíamos topado con el padre del peluquero Dudu justo al salir y a él le habíamos comprado los peces recién pescados. Fue una compra de ultísima hora, clave, porque en la casa había menos incluso de lo esperado.


Esa tarde de domingo la dedicamos a deshacer nuestras mochilas y maletas; y adaptarnos a la ausencia de ¨tiempo¨ (al menos del que marca el reloj y el compulsivo acto de mirar el teléfono). Respecto a mí, también me tocó habituarme a andar descalzo. A lo cual hube de enfrentarme después de que Zé Leandro me sugiriese que lo acompañase a él y a Seu Raimundo a dejar la lancha en un sitio resguardado de los temporales. Fui sin las zapatillas para no mojarlas y la sorpresa fue cuando en lugar de volver en la lancha de Leandro (hijo de Raimundo), quien nos había remolcado, tuvimos que volver a la casa atravesando la selva cerrada...y yo descalzo. Sentí que me pinchaba de todas las formas posibles pero tras superar esa prueba, me lo tomé con filosofía. 



Ya en la primera noche recibimos una visita indeseada aunque Seu Raimundo, con la tranquilidad que lo caracteriza, se deshizo de ella sin despeinarse. Desaconsejo el siguiente vídeo a quienes tengan cierta fobia a... (Noelia, no mires):


La noche anterior, aún con el sobresalto nos acostamos temprano (sobre las 21:00 que era la hora a la que acababa la telenovela -aquí en Brasil se ven en horario estrella- y se apagaba el generador que daba electricidad un par de horas al día) lo que sería la tónica general de los siguientes días. Como también despertarnos antes de que saliese el sol, a eso de las 5:30, con la música que sonaba a toda leche en la radio de Seu Raimundo. 
 
Si nos habíamos dormido entre risas (escuchando los "audios-chiste" de Ney retumbando en el silencio de la noche), también nos despertamos con carcajadas. Y es que, como me di cuenta rápido, la familia de Ney no hablaba mucho (ni con nosotros ni entre sí) pero reirse, sí. Se partían de risa. Como también sonreían, al más mínimo contacto visual. Lo cual era muy acogedor. Desayunábamos todavía en semi penumbra.


Primer día de trabajo, nos desplazamos a la "roça" para conseguir la yuca con la que haríamos la "farinha".


Al llegar Seu Raimundo nos hizo una demostración práctica y al lío. Es por ello que el menda entró como elefante por una cacharrería y se puso a cortar con el machete a diestro y siniestro (se ve en el vídeo). No había entendido muy bien la explicación y lo que hice fue cortar hasta la propia mata de yuca de la cual debía estirar para sacar el preciado elemento. No me quedó otra que ponerme a cavar mientras el resto se reía. Luego las sacaba a trozos, rotas. En fin, un desastre. Con mi padre estoy acostumbrado a desbrozar, esto requería de más tacto y experiencia.

 
En este otro vídeo podéis ver como íbamos colocando en cestos la yuca (previa limpieza de tierra).
 
 
Este fue el momento en el que diría una frase que se convertiría en mi cruz y motivo de broma el resto de días. Y es que una vez llenamos los cestos y sacos, me ofrecieron que llevase uno de esos cestos. Con probablemente unos 50 kilos de peso y una correa para hacer fuerza con la frente (y el consecuente riesgo para el cuello), no pude sino negarme. Con toda la educación de la que dispuse. Les dije: "obrigado pela oportunidade" osea "gracias por la oportunidad pero como que no, te dejo a ti que aproveches y lo lleves". Claro, les hizo gracia que a esa faena tan pesada la considerase una "oportunidad", como si fuera algo agradable...se les grabó a fuego y me la repitieron a todas horas porque se partían recordándolo. En el viaje de vuelta, con las manos libres, hice algunas fotos:
 


 
Parada técnica en el camino para refrescarse.


 
Una vez transportada toda la yuca a la "casa de farinha" que tenían junto a su propia casa, fue el momento de descascarla con los mismos machetes que habíamos usado para conseguirla. Todavía me pregunto cómo no me corté (José se rajó el dedo la primera media hora -ya se había rajado el dedo del pie en Coari- y claro, con la coña fue que se había lesionado para no trabajar).


 
Después de cortar todas las "mandiocas" (yucas), las pusimos a remojo en un gran balde con agua. Allí deberían pasar casi dos días para reblandecerse. Tras esto, un pequeño descanso en el porche de la casa donde tantas horas pasamos.
 

Como esa tarde sería la única que tendríamos más libre, quisieron aprovechar para visitar la comunidad cercana y hacer unas compras (en realidad acabamos en un barecillo no sé muy bien por qué). Antes de subir a la lancha me pusieron a prueba ya que al día siguiente íbamos a recolectar açaí y querían que yo subiese. De nuevo, tuve que agradecer por la "oportunidad" jaja. No daba pa tanto.

 
Viendo la pequeña playa que tenían como embarcadero me acordé de la historia que nos contó Ney sobre como en una ocasión un garimpeiro le ofreció algunas latas de comida para dragar la arena de la "playa familiar" Su tía aceptó y aquel dejó yermo el lugar. Cuando Ney fue le dijo a su tía que cada litro de arena que se había llevado se vendía en Manaos por 5 reais. Se había llevado la playa entera. Por suerte con los fuertes vientos y dado que había dragado en extensión y no haciendo un boquete en un punto fijo, la playa volvió a recuperarse relativamente como estaba.


 
Volvimos de aquel paseo y llegó la noche. En este caso el visitante fue un murciélago al que buscamos sin éxito con nuestras linternas. La tía y prima de Ney, al tiempo, decían desde sus hamacas que habían sido mordidas 10 veces, que era indoloro y por eso te podías despertar con un agujero de dos centímetros. En fin, cuanto más miedo metían más nos reíamos. Luego el sonido de un animal, que se escuchaba muy próximo, al yo preguntar me respondieron que no me preocupara, que ese solo sacaba los ojos. Más risas.


El segundo día de trabajo, a martes 3 por ubicarnos temporalmente, lo dedicamos primero a la misma actividad que el día anterior. Con un poco más de experiencia por mi parte, que hizo que hoy si me aprobasen (andábamos todo el día con la broma de que aquello sí era un curso de "realidad amazónica" y no al curso, demasiado académico, que habían hecho en febrero). Ese día, eso sí, no descascamos la yuca ya que esa remesa había de ser "dura" (no se pondría en remojo) para hacer la mezcla con la "blanda" del día anterior. 

Lo que hicimos fue ir a por leña. En el camino al árbol caído (talar está prohibido), Zumba quiso posturear poniendo una hamaca en mitad del "mato fechado" y hacerse unas fotitos pal Insta. No os traigo eso sino la que nos tomaron al "stuff técnico" que estuvo allí plantado esperando a que terminaran de captar todos los ángulos.

 
Luego ya sí, a trabajar. Si el día anterior lo había evitado, aquí no me partí el cuello de milagro.
 
 
Tras dejar la madera junto a la casa, volvimos a la selva para recolectar el açaí. Fue increible ver a Seu Raimundo y Leandro subiendo a esas alturas para bajar las "matas" de bolitas púrpura con la que haríamos la famosísima bebida/comida de la región.



Vale la pena mirar en los vídeos como suben y bajan. Leandro, cumplía aquel día 24 años pero es que Seu Raimundo tenía 54...



Desgranar y colocar en el cesto para llevarlo a la casa e iniciar el proceso de elaboración:



Cuyo primer paso (en el proceso manual) era machacar (sea con pie o tronco) las bolitas de açaí para convertirlo más bien en una masa.


Luego tenías que agarrar un poco de esa masa y pasarla por agua antes de "cribarla" para quedarte solo con el líquido resultante y no con las bolas que perdían su color violacio y quedaban verde oscuro, como pequeñas olivas.
 

 
A continuación y para terminar, se colaba ese líquido en el balde que ya sería puesto en la "nevera" para tomar frío.

Esa fue la última tarea de trabajo que tuvimos aquel día. Se acercaba el mediodía y había que preparar el fuego para asar el pescado que los vecinos regalarían al cumpleañero, Leandro, que fue quien se encargó del mismo.



Comimos y descansamos todos un poco ya que a las 16:00 íbamos a celebrar una especie de momento espiritual, medio misa medio presentación/compartir buenos deseos. La familia de Ney y vecinos, con su mutismo acostumbrado, prácticamente no dijeron una palabra (o les costó mucho trabajo hacerlo). De hecho fue gracioso como Leandro regañaba a su hijo para que dijese su nombre y cuando le tocó a él su turno de palabra fue incapaz de decir el suyo propio. La celebración estuvo llena de interrupciones porque cada vez que pasaba un barco o lancha, el grupo comentaba quien era. Esa es prácticamente la única distracción o novedad que hay en la rutina diurna (sin luz ni telenovela que ver). En todo caso, fue un momento bueno, de agradecimiento por la hospitalidad recibida y felicitaciones a Leandro.


Aquí con la especie de "altar" que montaron, con elementos del campo y los trabajos en madera de Seu Raimundo. No había padre para partir el "pan y el vino" y en su defecto se ofreció açaí y tapioca.
 
La familia de Ney la componían su tía Julia, casada con Seu Raimundo, con su hijo Leandro casado con Adriana cuyo hijo se llamaba Ewersom. La otra hija de Julia, prima de Ney, llamada Eidiane con su hijo Miguel y su hija Eide. Y la mayor, la tía Cecilia.
 
A la noche hubo otra cena de asado (carne y no pescado, por variar) y la tarta para Leandro, claro. A lo que siguió un poco de "forro" e incluso clases de danza del boi por parte de Zumba. Era un día especial y nos fuimos a dormir pasadas las doce.
 



Ya en el tercer día de trabajo, hubo que descascar aquella yuca del día anterior. Un grupo nos dedicamos a eso y el otro fue a por más leña que sería necesaria para el día siguiente, cuando "torraríamos", tostaríamos la farinha.
 
Sacamos del remojo la yuca "blanda" del primer día y la pusimos en el aparejo para triturarla.





Luego repetimos el proceso con la yuca "dura" recién descascada.




El resultante había que colocarlo en sacos que serían prensados en la prensa de ahí atrás.


Esta era la parte del proceso donde se abría la opción de hacer un producto derivado de la yuca, el tucupi y la goma de mandioca. Para lo cual esta yuca triturada debía ser colada (previa adición de agua) en un balde donde el líquido resultante sería separado para hacer el tucupí (usado entre otras cosas, para preparar el tacacá) y bajo del mismo se iría formando una gelatina que luego se convierte en la goma.
 

Por la tarde Seu Raimundo nos invitó a dar un paseo en la canoa y ver si pescábamos algo. No hubo suerte para eso pero sí para ver cinco delfines que nadaron a pocos metros de nosotros.
 
De Seu Raimundo, Ney nos contó, que era además de un persona experta, totalmente adaptada a la vida en la selva (el tío no paraba en todo el día); era un artista. Sus trabajos en madera, remos y canoas habían llegado incluso al Vaticano. En la visita que el Equipo Itinerante le hizo al Papa en 2019 (año del Sínodo para la Amazonia), este se quedó con un remo de Seu Raimundo y en el museo vaticano se puede encontrar una canoa que también él realizó. Es una persona cuyo código de comunicación eran los abrazos. Nos hizo partícipes de todo. Yo que pensaba que quizás habrían algunos recelos, en absoluto. Verdadera calidez humana.






Volvimos a tiempo para evitar la lluvia...


Esa noche no hubieron visitas animales pero sí nos despertaron de madrugad los ladridos de los perros. Salieron a ver Leandro y Seu Raimundo y al grito de Ney de "bandidos". Al poco se oyó un motor de lancha alejándose. Generalmente ese punto es una parada segura en caso de temporales pero aquella noche había buena mar por lo que fue extraño, dijeron. Mera anécdota al final. Ahora bien, la indefensión es real cuando una casa está tan alejada de la comunidad y su aislamiento les expone.

El último día de trabajo lo pasaríamos tostando la farinha que estaba ya seca al haber perdido todo su líquido con el prensado.

 
Antes, eso sí, había que pasarla por dos cribados para convertirla en partículos lo más pequeñas posible.




La parte con más riesgo es la final donde si se quema la farinha todo el trabajo ha sido en vano. De ahí que se deba estar continuamente, durante horas (pasamos 6), moviendo de lado a lado la farinha (incluso levantarla -para refrescarla-). Seu Raimundo tenía un arte...


 
Luego estábamos los humildes aprendices...
 

 
En el vídeo, Leandro consiguiendo castañas, que da tremendo trabajo:
 

Por la tarde de aquel día hubo una nueva invitación a pasear e intentar pescar. Para allá que nos fuimos. Seu Raimundo volvió a confiar en mí para remar pero debo decir que no le convenció el asunto porque me dijo, hacía demasiado ruido con el remo.


 
Se nos hizo tarde y pillamos el atarceder en el río:




Fue una pena haber de partir al día siguiente porque justo aquella última noche Leandro y Adriana estuvieron muy habladores, con ganas de responder a todas las preguntas que cual entrevistador les hacía. Y oye, interesados hasta tal puntos que me dijeron que no querían ver la telenovela de aquella noche que mejor seguir hablando. Aquí estamos:


Todo surgió un poco porque ellos junto a su hijo Ewersom, realmente no viven allí, sino en la comunidad indígena de Adriana. Entonces ella nos habló de cuando durante su infancia se encontraban restos arqueológicos (cerámicas pintadas) a poco que jugaran a excavar en el suelo. Más tarde llegaría un arqueólogo, huaquero o quien fuese; se lo llevó todo (las familias lo guardaban en sus casas) y nunca más se supo. 
 
A partir de ahí la conversación versó sobre detalles de su vida en la comunidad. A grosso modo, os los traigo aquí:
 
La comunidad estaba a una hora de donde nos encontrábamos y la conformaban unas 25 familias lo que podría hacer fácilmente un total de más de 100 personas por lo que es comunidad "grande". Lo cual hace que dispongan de una escuela para la primaria. La secundaria se estudia en otra que ya queda lejos y como las clases son de tarde-noche casi nadie va porque volver solo, en canoa, de noche es peligroso por los temporales. Hombres a la "roça" y mujeres a casarse y a la casa. Las extensiones de "roça" que se cultivan (terreno que ha tenido yuca una vez ha de descansar siete años) las elige y reparte la abuela de 93 años de Adriana. Nadie pone problemas. La otra figura de poder de la comunidad es su tío, que se ha convertido en pastor evangélico. Es la religión en auge en detrimento del catolicismo. Existen diferencias socioeconómicas. Las personas más ricas suelen ser los jubilados, por disponer de una fuente de ingresos mayor y fija. Son quienes tienen los pocos comercios existentes. Hay un bar pero solo se va a comprar, la bebida se consume en casa. Una iglesia, junto a la misa de los domingos los partidos de fútbol de los sábados son el principal entretenimiento. Entre semana no hay horas ni fuerzas para hacer nada que no sea trabajar o ayudar a su hijo con los deberes. Poca socialización salvo los fines de semana. En su caso, debido a lo mal pagado que está el saco de farinha, viven gracias al "auxilio familiar" que Adriana va una vez por mes a cobrar a Coari aprovechando para hacer una compra de productos para el mes. El resto se copa con cierto autoconsumo del trabajo agrícola o recolección. 
 
Por último les pregunté que qué era lo más positivo de su comunidad. De entrada no me entendieron y me quise explicar mejor diciéndoles que qué era lo que más les gustaba de su vida allí. Creo que siguieron sin entender bien a que me refería. Quizás porque no operan en una lógica de positivo/negativo o coste/beneficio como la nuestra. O al no haber vivido en otras situaciones no tienen donde comparar (aunque conectados a internet están por lo que no son desconecedores de otras realidades). Su respuesta fue que les gustaba "hacer farinha" (Leandro) y cocinar (Adriana).
 
Nos levantamos temprano a la mañana siguiente para volver a evitar el "banzeiro" (aunque esta vez sí lo pillamos) y nos despedimos muy afectuósamente de aquella familia que por unos días nos había hecho sentir parte de ella. Muy muy agradecidos por todo lo que habían compartido nosotros. Sin prejuicios y con sencillez. Volvíamos a Coari.


 
Uno de los momentos donde más notamos el viento y oleaje:


Tuvimos que achicar agua...


Llegamos a la misma casa del "Porco Branco" que nos recibió la primera noche en la ciudad. Casualmente y como drama temporal, la red de internet de Coari estaba caída por lo que seguimos "desconectados" durante gran parte de la tarde.


Fuimos a la ciudad para comprar nuestros pasajes de vuelta.




Y ya volver para preparar la cena y descansar hasta el día siguiente:


Día 7, sábado, poníamos rumbo de nuevo a la capital amazónica.

El barco iba petado y estábamos como sardinas (en esta foto todavía faltaban hamacas por ponerse a nuestro alrededor). Nunca había visto que fuera necesario incluso usar los pasillos para colgar las hamacas.
 
Erica y yo pasamos hablando gran parte del viaje y fue bastante apacible y rápido. Llegaríamos al día siguiente a Manaos.
 

Y hasta aquí mi primera y quizás última itinerancia, espero que haya resultado de interés todo lo anterior.
 
Por lo demás, cuidaros y animaros a leer otras de mis entradas donde hablo de aquello sobre lo que realmente orbita mi tiempo aquí: la cuestión migratoria. Que esto ha sido una excepción.
 
Abrazos,
 
Sergio



Comentarios

  1. Preciosa experiencia! Muchas gracias por compartirla.
    Por cierto, no sé si me pasaría como a... bueno creo que mencionaste el nombre de Noelia: Creo que las tarántulas y yo tampoco congeniamos demasiado, aunque no he tenido todavía una tan cerca ;)

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En la entrada de esta semana, que viene cargadísima de fotos, voy sobre todo a mostrar y hablar de la que fue mi visita a las comunidades ribereñas del río Tarumã Mirim, afluente del Río Negro y ubicado a poco menos de 20 km de Manaos. Antes de eso, comentar brevemente como empezó la semana. Bastante parecida a la anterior, en cuanto a estar Kevin y yo en la sala de atendimiento. Seguimos con la atención online aunque las "demandas espontáneas" hicieron que siempre tuviéramos alguien a quien atender en persona. No nos aburrimos pues. El martes por la tarde acompañé a Terida a una reunión con los responsables de Magis para ver de qué forma podríamos trabajar juntos. Luego, aprovechando que estábamos en las instalaciones de la comunidad jesuita del padre David, tuve un acompañamiento. Alex me escuchó atentamente, y mira que no fui parco en detalles, dándome algunas claves para las cuestiones que me planteaba y todavía planteo. Fue muy bien. Se nos hizo tarde y ya me quedé con e

Semana 25 - "A Amazônia é tensão"

Con esta frase, "la Amazonia es tensión", sintetizó Giovana el contexto en el que se enmarcaron los diez días que pasé conociendo Pará, siguiendo el curso del río Amazonas. Me gustaría que me acompañéis en este recorrido que ilustraré con imágenes al tiempo que, os cuento mi experiencia y expongo algunas de las grandes problemáticas de la región.   Día 1 El sábado 9 de abril me dirigí al puerto para embarcar en el São Bartolomeu V. Llovía bastante cuando llegué así que, me fue imposible hacerle una foto. Os traigo una que he encontrado en internet: Elegido el lugar, siguiendo las recomendaciones de Giovana (que había elaborado un documento con varios consejos y lugares que ver, casi que me planificó ella el viaje), y colgada la hamaca (gracias a la ayuda de un amable compañero de viaje), estaba listo para zarpar. No obstante, pronto comprobaría que viajar en barco es un continuo ejercicio de paciencia ya que siempre, absolutamente siempre, hay retrasos. Esa es en parte, la gr