Esta semana dio comienzo con la invitación de Térida a comer en su casa, ya que era festivo (el 15 de noviembre es el día que se festeja en Brasil la proclamación de su República). Para allí que fuimos Jaqueline y yo. La comida fue muy agradable y la conversación de lo más interesante. Como ambas han estudiado derecho, me estuvieron relatando la situación que se está dando en la frontera venezolana. Las personas migrantes que llegan pueden elegir entre solicitar residencia temporal o refugio, dependiendo de cual elijan el OIM (Organización Internacional para las Migraciones) o ACNUR (Agencia de la ONU para Refugiados) engrosarán sus números de atención y por ende, mejoran sus opciones de recibir una mayor o menor financiación. Estas dos opciones disponibles son muy diferentes en cuanto a derechos o cobertura se refiere y muchas veces quienes deben elegir no tienen la información correcta para decidir la que más les conviene. Luego hablaron de las trampas de los nuevos conceptos jurídicos como el de "migrante forzado", creados para evitar otorgar condiciones de refugiado que son siempre más ventajosas e implican más obligaciones para los gobiernos de turno.
Por la tarde acompañamos a Terida a algunos centros comerciales para recoger donaciones de ropa. Volvimos a casa justo antes de que se desatase una tormenta eléctrica que hizo temblar la casa y que nos advertía de la semana de fuertes lluvias que se avecinaba.
El día siguiente, Jaqueline y yo tuvimos que ir a la casa de acogida del SJMR (a la que yo no había podido ir la semana anterior y en la que viven varias familias venezolanas) para realizar una serie de actividades con los niños (por la mañana) y adultos (tarde) que nosotros mismos elaboramos los días anteriores. Ambas fueron realmente bien y aunque al principio pareció que no nos iban a hacer mucho caso, al final todas las personas participaron incluso más de lo que esperábamos. Al acabar varias agradecieron nuestra presencia y comentaron que podría ser interesante que fuéramos dos veces a la semana en lugar de una. El día a día en la casa es muy rutinario y gris, nos decían, lo que generaba un clima enrarecido y no permitía la mejor de las convivencias. Actividades de entretenimiento y reflexión como las que hicimos, pues, venían muy bien para romper con esa situación. Habrá que ver como lo hacemos en el futuro pues el 20 de diciembre Jaqueline se va y a mí ya me están requiriendo también en otros espacios de la organización. Dejo una foto de la actividad con los adultos, cuando estábamos explicando en qué iba a consistir.
Cuando hablaba de la lluvia antes, me gustaría remarcar cuan diferente es de la lluvia que yo conozco y es que aquí es tal, la tromba, la fuerza con la que cae el agua que el ruido al golpear el suelo es atronador, no se escucha otra cosa. Coincidió el estruendo con una parte de la actividad en la que tenía que leer un texto para reflexionar, debido a la lluvia la entonación pausada y profunda que debía tener se convirtió en un "grito pelao" no sé, siquiera si se me llegó a escuchar. La escena debió ser graciosa.
La mañana del jueves la pasé en la sala de atendimiento de la oficina, como había estado los dos días de la semana anterior. Aunque lo cierto es que hice pocas inscripciones porque entre la fuerte lluvia y la ausencia, temporal, de ayuda en concepto de alimentos, medicamentos o alquiler, la afluencia de personas a la oficina decrece y mucho. Por la tarde acompañé a Terida en su visita a algunas empresas a las que les daba la invitación al próximo evento de sensibilización que me va a pillar fuera. Visitamos tres empresas locales y para el final, dejamos la visita a un micro emprendimiento cuyo local nos quedaba cerca de la oficina. Nos recibió Nohemi, una mujer venezolana que llevaba ya 5 años en Brasil. Ella y Terida se conocían así que tras la invitación de rigor, en un ambiente muy distendido, Nohemi nos invitó por su parte a que asistiéramos a una representación teatral. La obra se basaba en la vida de varias personas migrantes (latinoamericanas, africanas, asiáticas...) que residían hoy en Brasil y a las que habían hecho una entrevista. Lo que nos contó, por más que sea la realidad de tantas personas y esté prácticamente normalizado, nos sobrecogió.
Nos contó un poco por encima su historia, algunas partes que relató en la entrevista. Al parecer cuando vino a Brasil, le robaron la maleta en Boa Vista. Quedó perdida, sin dinero, sin móvil o documentación, ni forma de contactar con alguien conocido. Una mujer se apiadó de ella, en cierta forma, pues tras darle de cenar le ofreció un trato. Tenía que vender una serie de productos y ella se quedaría un % del total. Eso sí, nada de alojamiento ni comida. Así que pasó tres días vendiendo y viviendo en la calle. Nos dijo que dormía con unos "piedreros", chavales que consumían crack, y por tratarlos con cierto cariño la protegían como a una madre. Una noche la policia los apaleó para que despejasen la plaza donde se encontraban, ella saltó en su defensa y también se llevo el rapapolvo. La primera y última vez que un hombre le ponía la mano encima, nos dijo. En fin, logró el dinero, compró un billete para Manaos y se reencontró con un familiar que la pudo auxiliar. Esa era solo una de las cosas que había pasado, pero hubieron otras, claro. Ahora la situación había cambiado para ella y tenía una muy buena base para prosperar, ya después de años en Brasil. Se encontraba, también, en ese extraño punto en el que viven las personas migradas, se sienten nacionales de un país del que son extraños cuantos más años pasan fuera y al mismo tiempo son extranjeros en el nuevo lugar del que forman parte, donde su vida continua pero en el que siempre habrán barreras por las diferencias culturales, entre otras. Así es la migración, al final, eres un habitante de ninguna parte, al menos, no del todo. Sirva la historia para ver que migrar no es plato de buen gusto para quien no lo elige. Nohemi tenía su vida, con su trabajo de enfermera, sus vacaciones con sus hijos, su casa y su coche, y de pronto nada, verse temporalmente en la indigencia. El perfil estereotipado de migrante pobre, sin formación, etc no siempre se cumple y en el caso venezolano, mucho menos. Ya son siete millones de personas sin la vida que tenían.
Sin embargo, su historia (parte de ella) no es la más dura, ni mucho menos. En la entrevista que comentaba, conoció a una mujer haitiana que tras el primer terremoto hace ya más de una década, se planteó matar a todos sus hijos con tal de evitar que viviesen en ese estado de miseria, hambre y suciedad en el que se había convertido su vida.
El viernes estuvo muy condicionado por la perspectiva de las 12 horas de bus hasta Boa Vista. La mañana fue ya de por sí, diferente, porque el equipo de la oficina realizó el protocolo de bienvenida de una nueva familia en la casa de acogida en la que había estado el martes. La reunión interna se produjo más tarde y por la mañana se realizó una actividad de sensibilización sobre el cáncer de próstata en la casa de acogida. De la reunión salieron varias novedades, una de las cuales me atañe a mí muy especialmente y es que me han designado para que sea una de las personas que esté en PTRIG (Puesto de Interiorización y Triaje de migrantes) los lunes y martes de cada semana. Básicamente este puesto está ubicado junto al dispositivo montado por la Operación Acogida de Manaos. Allí se reunen tanto organizaciones gubernamentales como internacionales, así como actores de la sociedad civil como el SJMR. Así que en el espacio que estos tienen asignado, me va a tocar ir.
El caso, que tras prepararme para el viaje me monté en el bus de dos pisos en el que pasaría parte de la tarde y toda la noche. Por momentos más que un autobús parecía un barco porque eran tales los socavones en la carretera que se movía de lado a lado. Llegué a la mañana siguiente y pude ver lo que ya me habían advertido. La estación de autobuses de Boa Vista (la Rodoviária, también la de Manaos aunque mucho menos) estaba rodeada por casas prefabricadas distribuidas en varios campos de refugiados, por multitud de tiendas de campaña y por los últimos, que habían acabado de llegar y no disponen de más "resguardo" que la propia calle. En total, se dice, suman en torno a unas 15 mil personas. Solo las que se agrupan en torno a ese lugar. La situación en Pacaraima, la propia frontera venezolana en sí (Boa Vista está a unos 200 km, más cerca de Guayana) está todavía más desbordada.
Voy a pasar una semana en Boa Vista, vuelvo el próximo domingo a Manaos, y me alojaré en la casa de la comunidad jesuita instalada aquí. Comparto algunas fotos de ese espacio, un remanso de tranquilidad (si no fuese por un maldito gallo cuyo corral tengo al lado) en comparación con mi casa en Manaos que parece estar ubicada sobre un circuito de F1.
El domingo no dejó dudas, la estación de lluvias ha llegado, y solo cuando a mediodía dejó de llover, pude plantear algún plan. Hasta ese momento estuve un tanto ocioso y lo mejor fue una videollamada con Mila, mi acompañante, en la que recibí muchas claves para seguir de la mejor de las formas. Contacté con la hermana Sofía, una religiosa gallega para la que había hecho algunos recados antes, y esta me invitó a acercarme a su casa, conocer su comunidad (aunque solo estaba Lidia, otra hermana venezolana porque Yolanda, hermana peruana, estaba fuera). Ambas me contaron sus vidas, los caminos que las habían llevado a donde estaban. Muy admirables y carismáticas, vidas de servicio y amor por los desposeídos, la emoción con la que Sofía lo relataba, me impresionó mucho. Lidia, Sofía y yo:
Sofía me propuso acompañar a Lidia a la casa de acogida de Fé y Alegría en Boa Vista y allí conocí a las cinco familias venezolanas que esperan para ser "interiorizadas" a otros estados brasileños. Cenamos todos juntos y Lidia me contó algunas historias de las familias que habían pasado por la casa, también conocía la realidad de algunas poblaciones indígenas que estaban llegando ahora. Una en concreto había sufrido el ser acribillada por fuerzas del "orden" que querían apropiarse de una mina recientemente hallada en sus tierras.
Fue casual o no pero cuando volví a la casa, Jobson le estaba contando a Jaqueline una reciente noticia que había sucedido en territorios indígenas de Roraima, estado cuya capital es Boa Vista. Al parecer, está volviendo al Norte la actividad minera irregular (aquí se la conoce como garimpo), adentrándose esta hasta en terrenos de marca indígena en los que por ley sólo pueden entrar antropólogos y personal médico puesto que son comunidades aisladas, sin contacto. Escuchar eso me trasladó a las páginas de Senderos de libertad en las que Javier Moro, cuenta la historia ficcional de "Pernambuco", un pistolero a sueldo, y el famoso garimpero "Tarzán". La historia se repite, gente empobrecida adentrándose en la selva en busca del oro que cambiará sus vidas, en medio, el obstáculo que representan los habitantes nativos que sufren las consecuencias (la noticia de la que hablaba Jobson era la reciente muerte de dos niños al ser tragados por una draga utilizada para la explotación minera).
A ver que nos depara esta semana en la cuasi frontera.
Sergio
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