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Semana 6 - Ciudad selvática

De vuelta en Manaos, he podido conocer un poco más esta nueva casa y la naturaleza que la rodea.

Casi que nos podemos saltar el lunes porque fue un día de trámite/descanso. Tras las más de doce horas de autobús para volver a Manaos, nos dedicamos tanto Jaqueline como yo a re-asentarnos de nuevo en la casa de los voluntarios, arriba de la oficina. Descansar para la semana que ya empezaba.

El martes teníamos una reunión todos los voluntarios y personal en prácticas. Sin embargo, antes hubo que abrir la sala de atendimiento a quienes pudieran estar solicitando algún servicio. Lo cierto es que apenas vino nadie. Eso se debe a que, al margen de la lluvia que suele alterar momentáneamente la afluencia, en las épocas donde no se cuenta con beneficios asistenciales (prácticamente la primera cosa que pide el beneficiario) y las plazas para los cursos están llenas, la atención se centra en limitadas tareas de "pre-documentación" (no hacer los trámites como tal sino redirigir a las instituciones que se encargan de ello) e inserción laboral (por medio de elaboración de CVs, carteras de trabajo digitales e informaciones varias). Además, justo esta semana las jefas de las diferentes áreas iban a estar fuera desde el miércoles por motivo de una reunión nacional de la organización que se celebró en Bahía.

Eso sí, tuvimos atendimiento, y en ese espacio de tiempo vino Carlos. Su caso era el de tantas otras personas (aquí y en todos lados) que siendo contratadas sin contrato, no reciben el total del salario estipulado. Sin cobrar la última semana trabajada, nos preguntó que podíamos hacer para ayudarle. La primera opción era poner una denuncia (en Brasil se pueden presentar litigios sin necesidad de abogado) pero claro, ¿qué pruebas aportar? Había trabajado como diarista, no tenía ni una mísera conversación de Whatsapp en donde se pudiera ver el inicio y fin de su jornada, el total de días trabajados...Kevin se tuvo que "vestir" de abogado laborista y tras varias llamadas, dio con el jefe y le metió un poco de miedo al mencionarle la ilegalidad cometida. El jefe se indignó y tras proclamar que el pagaba a todos sus trabajadores, fijó el viernes como día en el que Carlos cobraría. ¿Hace falta que llegue al viernes para deciros lo que ocurrió? 

La reunión que mencionaba fue bastante útil en términos organizativos. Luego asistí con Ludimili y Terida a otra reunión en la comunidad jesuita cercana, donde se reunían varias organizaciones de la compañía para organizar un evento que tendrá lugar en próximas semanas. Fui un poco a enseñar el careto y presentarme. Conocí de hecho al padre Emilio que iba a ser mi acompañante pero ya no lo será, se ha decidido que mejor el padre Alex que para más cerca de mi casa. A la tarde casi que no hubo atendimiento así que, Jaqueline y servidor (el 99% ella), nos dedicamos a planificar la actividad del día siguiente. Iríamos a los "abrigos" junto a la Rodoviária a dar una sesión informativa sobre el mercado de trabajo en Brasil. Por mi parte, busqué más sobre las actividades a desarrollar el jueves con los niños y adultos en la casa de acogida (por desgracia hubo un brote de varicela y se han suspendido las actividades externas hasta el próximo año).

Ya, pues, en miércoles, fuimos nosotros dos para la Rodoviária. De entrada, estaba así un poco todo en el aire. Terida nos había dicho que fuéramos, nos tenía que recibir una trabajadora de ACNUR que luego se retrasó...entonces, estábamos allí un poco descolocados, saludando militares y repartiendo las partes en las que hablaríamos cada uno. Fue agradable volver a ver a más de una persona a la que había atendido y con la que había hecho buenas migas, lo malo fue ver donde vivían. Cuando nos llevaron al espacio que usaríamos como auditorio, una vez preparadas las cosas (folletos, lista de firmas, cartel representativo, etc) reparamos en que nos faltaba lo más importante, audiencia. La trabajadora del OIM que nos condujo hasta allí me ofreció acompañarme a través de los abrigos mientras yo iba abordando a cada persona que veía y animando a que viniesen a nuestra charla. Cuando volví, la imagen era desoladora, solo una silla ocupada. Hicimos broma con que más que una sesión informativa iba a ser una clase particular. Si bien, por dentro, creo que ambos pensábamos que vaya fracaso. Por suerte, en cuestión de minutos vinieron bastantes personas y pudimos dar comienzo. 

Lo mejor fue la buena participación de los presentes y que muchos se quedaron, al acabar, para preguntar algunas dudas a las que pudimos responder. Ambas cosas hicieron que el regusto final fuera bueno, de haber sido útil la sesión. Y debió serlo porque las trabajadoras humanitarias nos pidieron si podíamos concertar un día la siguiente semana para ir de nuevo y hacer algunos atendimentos. Luego nos enseñaron un poco las instalaciones y nos hablaron de la distribución de las grandes carpas en las que viven las personas migrantes. Estas se dividen en cuatro zonas: familias, comunidades indígenas, casados/parejas/mujeres solteras/personas LGTB y hombres solteros. Del lugar, que puedo decir, nula intimidad (ya no por los compañeros de carpa sino porque los militares van pasando por ahí cuando les viene en gana) ni independencia (por ejemplo, las personas devuelven los "colchones" en los que duermen y tienen luego una hora estipulada para recogerlo, así se trata de evitar que duerman todo el día, aunque la alternativa tampoco es que sea gran cosa). Los que más "suerte" tienen, después de madrugar para hacer cola, son recogidos por furgonetas que los llevan a trabajar como jornaleros. Así pueden ganar algo, aunque están en posiciones muy desventajosas y la explotación laboral es muy fuerte. Hablando con dos hombres que estuvieron en la sesión, me contaban que iban a venir al día siguiente a la oficina a hacer sus CVs para entregarlos en una parroquia cercana el domingo. Pusieron mucho énfasis en que les explicase claramente como llegar, tratando de evitar cualquier desvío innecesario pues decían, se habían dado atropellos deliberados a personas migrantes que se habían alejado de los recintos de los abrigos. 

En esta foto, se puede apreciar parte de una de las carpas y parte de otra al fondo, se encuentran justo debajo de un puente y en una intersección múltiple por la que no paran de pasar coches. La zona está vallada.


El jueves, como no pudimos ir a la casa de acogida, nos quedamos junto a Kevin en la sala de atendimiento. Al principio parecía que no iba a venir nadie, de hecho incluso empecé a escribir la respuesta a la carta que un amigo, Rubén, me envió y que me hizo mucha ilusión recibir. De pronto, empezó a llegar gente (los dos hombres con los que hablé inclusive junto con más personas) y fue una mañana frenética. La tarde fue más de lo mismo, muy atareada. Volvió Carlos, que ya se temía lo que iba a pasar el día siguiente para hacer su cartera de trabajo digital. 

Con la semana prácticamente acabada, puesto que los viernes son para reuniones internas y al estar medio equipo fuera no íbamos a hacer ninguna, la tarde se planteaba muy sociable con la visita que haríamos a la casa de la hermana Rose (compartida con otras religiosas, claro). Habíamos sido invitados a una cena de lo más española, cortesía del muy amable padre Luis Miguel que cocinó dos riquísimas tortillas de patatas y trajo "fuet catalán" y caña de lomo de su reciente viaje a México. Decidimos ir caminando para desentumecer el culo carpeta, mal supremo de todo oficinista. Por el camino, cruzamos un puente sobre un pequeño brazo del río. En la foto aparece con el agua en su punto casi más bajo, dentro de unos meses el nivel subirá y mucho (el año pasado llegó a subir 30 metros anegando varias zonas del centro durante un mes).

Véase el brazo que se adentra a la ciudad y el punto del río del que proviene

La velada fue muy agradable, buena comida y mejor compañía. En la sobremesa se tocaron temas de actualidad, la ya mencionada (en otras entradas) situación de los garimpos que parece, según nos contaba Rose, que el gobierno va a legalizar. También la estrategia que siguen los capataces para captar mano de obra entre las comunidades indígenas cercanas al garimpo. Básicamente le regalan a algunas familias los útiles de trabajo, obligándolas en cierta forma a darles uso y enfrentando al resto de la comunidad con ellos por el recelo de no haber recibido ellos, ese regalo envenenado. La confrontación con el grupo hace que ya no puedan volver a él y por tanto, no haya posibilidad de retorno, las familias quedan fijadas al garimpo y a la suerte que este corra.

La mañana del viernes la utilizamos terminando una tarea que iniciamos el día anterior, la sistematización de todos los CVs elaborados en noviembre. Acabamos en un periquete y ahora ya sí, se presentaba el fin de semana ante nosotros. También las lluvias, que fueron el contrapunto de varios de nuestros planes. La idea, de hecho, era acercanos esa tarde a la playa pero claro, ir lloviendo no parecía la mejor opción. Como queríamos visitar el MUSA (Museo de la Amazonia) al día siguiente, tuvimos que ir a un centro comercial en busca de zapatillas cerradas (está prohibido el acceso sin ellas al museo) para Jaqueline. Cuando vas a los lugares caminando te percatas de cuanta gente está en los semáforos y pasos de peatones pidiendo, y aquí ya no solo me refiero a personas migrantes. Al acabar, no era muy tarde, así que nos dirigimos al centro para ver las luces de navidad. Os muestro con algunas fotos:

 



Convencí a Jaqueline para volver caminando a casa, pensaba que no era muy tarde (eran casi las 21:00) pero sí lo era, llegamos diciendo que nunca mais. Lo de andar sin gente en la calle, ni siquiera en las grandes avenidas, por la noche como que no. 

Al día siguiente, lo dicho, tiramos para el MUSA que queda literalmente a la otra punta de la ciudad. Una hora en bus. Realmente ahí está la gracia, está en una extremo, el borde que ya es la pura selva que rodea Manaos. Concretamente en la reserva forestal Adolpho Ducke. El lugar, increíble, sensación de estar dentro de la selva y con una torre de 42 metros que ofrece unas vistas privilegiadas. Me ahorro el comentario y que hablen las imágenes por sí mismas.


Nótese la escala


La gracia de este estanque es que al bordearlo topé con lo que yo creía era una escultura que representaba una cría de cocodrilo. El típico monigote para asustar, pensé. Cuando fui a pasar por encima y vi que se metía rápido en el agua, sí que me asusté.
 

Aquel día, de veras que tuvimos suerte con la lluvia porque justo cuando salimos del recorrido y estábamos ya a cubierto cayó un chaparrón que daba pena ver a los pobres a quienes había pillado lejos de cualquier techumbre.

Digo también lo de suerte porque, volvimos a casa y de pronto hacía un sol de justicia. Vamos directos para la playa, pensamos. Comimos, cogimos lo necesario y nos fuimos al autobús. Pues oye, en cuanto entramos, de nuevo, cae una monumental al punto de que parecía que surcáramos las olas por toda el agua que salpicaba. Nosotros ya pensando que tal como llegábamos a la playa nos dábamos la vuelta sin bajar siquiera del autobús. Pero no, llegamos y aunque el cielo tenía una pinta horrible las nubes decidieron ir en otra dirección así que, pudimos disfrutar del río. Lo llaman Negro por algo, es meterse y dejar de verse uno, opaco total. Además, el agua está muy caliente lo cual me sorprendió bastante. 


Algo que no he comentado de los autobuses es que es muy común que haya gente vendiendo comida dentro de ellos, también que se pasa por el torno en el que está el trabajador que te cobra el billete, lo cual me recordó a cierta escena de Ciudad de Dios. Y también, como comenté sobre los semáforos, hay muchas personas pidiendo.

El día fue movida, pero más lo fue el final. Si la noche anterior habíamos jurado no volver a casa caminando de noche, esa noche tuvimos que hacerlo porque nos bajamos (por iniciativa mía) en una parada que no era y que quedaba lejos. La cuestión es que cuando no conoces el camino necesitas mirar Google Maps pero si vas mostrando el móvil, estás pidiendo a gritos que te vengan a saludar. Nosotros estábamos en esas, un tanto desorientados y en una zona residencial (las avenidas aunque no aseguren nada siempre son mejores). Pero bueno, volvimos a casa. Tampoco era tan tarde, las 19:00, ni estábamos en el extrarradio ni nada parecido pero oye, más vale prevenir que curar. La próxima vez, mejor no me confío.

El domingo ha sido totalmente casero así que, poco más que contar.

Me despido por esta semana, ¡saludos!

Sergio


PD: ah sí, se me olvidó comentarlo la semana pasada. Me confirmó Sonia, mi acompañante en la coordinación del programa, que va a venir otro VOLPA a Manaos a finales de enero. De hecho, este viernes pasado, él, David, me contactó. Desde aquí le mando ánimos con el visado y lo espero con los brazos abiertos

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