Semana de intenso trabajo en la que también he podido conocer mejor algunas de las comunidades ribereñas que habitan en el que es el mayor archipiélago fluvial del mundo, el Río Negro.
El lunes no podía empezar más duramente cuando a pocos minutos de estar en la sala de atendimiento llega un hombre que exaltado nos pide que lo saquemos de la rodoviária, que le consigamos otro lugar para vivir porque esa misma noche habían matado a un hombre y violado a una mujer. Jaqueline y yo teníamos que ir justamente allí esa mañana así que, no pudimos atenderle ni escuchar mucho más de la historia. Llegamos allí y le contamos a la trabajadora de la OIM lo que habíamos escuchado. Dijo no saber nada y que preguntaría. No obtuvimos más respuesta. Quien sabe, pues si fue cierto o una forma de tratar de pedir ayuda mostrando mayor necesidad. Lo que es seguro es que en las notícias no saldría y que como nos dijo la trabajadora, que allí eso no pasaba pero en este otro sitio sí de modo que, no parecen sucesos irreales en ningún caso.
Fuera lo que fuese, nosotros tuvimos que centrarnos en atender a las personas que querían elaborar CVs y conseguir sus carteras de trabajo (así como su número de la ¨seguridad social¨ lo cual nos trajo unos cuantos dolores de cabeza conseguir). La demanda fue ingente y aunque estuvimos atendiendo sin descanso, ni de lejos llegamos a cubrir todas las solicitudes. Muy probablemente haya que volver. Algunas personas a las que atendí me contaron sus historias y opiniones sobre la situación en la rodoviária. Edgar me habló de su migración a Ecuador atravesando a pie toda Colombia para luego volver y acabar decidiendo venir a Brasil, de nuevo caminando, aunque esta vez junto a su hijo de 11 años. Las cosas se pusieron feas en Pacaraima a donde su hijo llegó enfermo. Tuvo que pasar 8 días hospitalizado mientras él lo esperaba en la calle. Al final pudo recuperarse y siguieron bajando hacia Manaos, caminando sus 35km diarios y subsistiendo gracias a la comida que les daban las familias brasileñas apostadas en el camino. Edgar estaba deseoso de encontrar un trabajo y con la independencia económica ganada poder salir de la rodoviária. Opina que ese estado de ¨cinco comidas al día, jabón y baño, así como un lugar donde dormir¨ convierte a las personas en ¨escoria¨. No a todas, matizaba, pero sí a muchas que se conformaban con eso y se enroscaban a su plaza sin pretensión de salir de ella ni dar espacio a otra persona que sí tuviese voluntad de cambiar su situación y a la cual le beneficiaría mucho dejar de vivir en la calle para poder conseguir un trabajo. Gina, por su parte, habló de la falta de disciplina en los ¨abrigos¨ de Manaos (también de Boa Vista) en comparación a los de Pacaraima en donde los militares sí mantenían un orden efectivo (a las 18:00 ya nadie puede entrar o salir). La situación es diferente muy aquí, ¨mandan los venezolanos¨ (esto es, grupos violentos) y la inseguridad es muy grande. La diferenciación por espacios que comentaba en la entrada anterior, es solo en la teoría. Dejo una foto de aquel día de atendimiento.
De vuelta a la oficina, ya el martes, vivimos un día muy largo. La oficina estuvo repleta, un flujo continuo de personas. Me causó mucha impresión el caso de un hombre con una formación increíble, ahí estaba yo elaborándole el currículo mientras me relataba las diferentes situaciones en la que se encontraban el resto de sus familiares (y es que prácticamente toda su familia, sus 29 primos y él, habían migrado a diferentes países). Él eligió Brasil porque pensaba que al ser este un país industrial, tendría posibilidades de trabajar con su formación de ingeniería. Nada más lejos de la realidad. Es el sino de casi toda persona migrada, quien eras en tu país, lo que hacías o como era tu vida, se ve abruptamente transformado. Ninguno de sus títulos le valía, con su entrada a Brasil sin un trabajo, estuvo abocado a trabajar de cualquier cosa (en el mejor de los casos). Al menos, decía, había encontrado a su mujer con la que recientemente se había casado. No valoraba como errada su corazonada pero aceptaba que en términos laborales su perspectiva sí había estado muy equivocada. Mientras los atendimientos se sucedían, ocurrió algo que a mí me pasó inadvertido pero que Jaqueline me contó después. Y es que, en el mismo momento que atendíamos a varias personas, que Mikely recibía la acalorada queja de un hombre sobre el sistema sanitario brasileño, un hombre se derrumbó delante de Jaqueline. Era un hombre al que había atendido justo el día anterior en la rodoviária. Las claves que tenía para acceder a su perfil en las páginas webs del gobierno no funcionaban, de modo que Jaqueline lo había ayudado a iniciar los trámites de recuperación de cuenta. El problema fue que esa misma noche, mientras dormía en la calle, le habían robado. Ahora se veía sin pertenencias ni el medio al que le iban a enviar las claves de acceso para la recuperación de su cuenta, su teléfono móvil. Sin poder acceder al sistema gubernamental, la opción de solicitar su ¨interiorización¨ por reunión familiar con su esposa (que se encuentra trabajando en un estado del sur) demorará mucho más y con ello su precaria situación seguirá prolongándose...
Cambiando de tercio, el miércoles era festivo (como en España, el día de la Inmaculada Concepción es fiesta aquí en el estado del Amazonas) y el padre Luis Miguel nos había invitado a ir junto con él y Fernando, un seminarista, al Museo del Seringal donde oficiaría una misa. Salimos pronto para uno de los pequeños puertos que se ubican a lo largo de la costa de la ciudad.
Pronto dejamos a nuestras espaldas la ciudad y ese inútil por más majestuoso que sea, puente sobre el Rìo Negro.
Nos montamos en una lancha relativamente grande y partimos en dirección a la comunidad Nossa Senhora de Fátima donde dos religiosas, Mara y Mirna, nos acogerían realmente bien. Tras un rápido desayuno, cargamos los enseres en la lancha propia (luego adjunto foto de "Julianna"). Desde allí fuimos hacia el mencionado museo. El museo recrea de forma muy veraz las principales estructuras que se encontraban en una explotación de caucho. Me sorprendió ver la que era la casa de un ¨seringueiro¨:
Ingenuamente imaginaba, cuando leía las páginas de Senderos de Libertad, que las casas de los recolectores de caucho tendrían paredes. Bueno, ya se ve que no. A cierta altura para evitar a animales e insectos y poco más. Tampoco es que pasasen mucho tiempo en casa. Tenían que salir de madrugada a recorrer los árboles que soltaban el preciado líquido antes de que el sol lo secase. Luego se pasaban hasta ocho horas trabajándolo al fuego para convertirlo en las bolas de caucho con las que comerciaban (más bien, vendían a precios irrisorios a los patrones). Sobre ellos, las vidas de tantas personas en régimen de esclavitud (por la deuda que contraían al llegar y la manipulación de los precios) en los "seringales" versó la misa del padre Luis Miguel. No podemos olvidar. En el siguiente artículo se relata la historia de la "Fiebre del caucho" en la Amazonia:
https://archivoshistoria.com/la-fiebre-del-caucho/
Comparto algunas imágenes del lugar y del recorrido hasta allí:
A la vuelta descansamos un poco y ya a la tarde volvimos, previa parada en una playa en la que de todas formas, no pudimos estar mucho debido a que la última lancha salía prácticamente cuando nos dejó la que nos llevó. Aún así nos dio para ver la adaptación al medio de los árboles de las orillas del río, que pasan gran parte del año sumergidos y que por ello, cuentan con formas tan curiosas como esta:
El jueves, como el martes, tuvimos muchísimas personas a las que atender. Así que, hubo que redoblar esfuerzos. Por la tarde acompañaría a Terida a por las cajas de donaciones. Ya totalmente instaurada mi función de porteador en los ratos libres.
Por lo que respecta al viernes, día 10 de diciembre y por tanto día internacional de los derechos humanos (pincha en la frase anaranjada para más información), Jaqueline y yo ayudamos a Terida en los preparativos de un "live" al que asistirían representantes de varias comunidades indígenas brasileñas (con la presencia también de los Warao, indígenas de Venezuela) para hacer una serie de reclamos de sus propios derechos indígenas dentro de la celebración de los derechos genéricos universales. Durante las presentaciones, se intercalaron algunas representaciones de danza y canto tradicionales. Algunos ejemplos:
A destacar la intervención que realizaron los representantes del pueblo Yanomami en la que expresaron con ímpetu que el gobierno los está matando al permitir los garimpos que envenenan el agua que beben y dificultan el cultivo de los alimentos por lo que están atresando una gran crisis alimentaria. Además, la ganadería industrial de búfalos les impide cada vez más hacer uso libremente de ciertos espacios colindantes a sus comunidades. La ganadería también envenena las aguas que necesitan y generan entornos insalubres donde proliferan los mosquitos portadores de la malaria, la cual está causando estragos entre su población. Ese mismo día, de hecho, se manifestaron por la tarde en la plaza del congreso.
Después de ayudar a recoger todo y volver a la oficina para realizar una reunión, tuvimos que irnos en mitad de esta para ir junto con Luis Miguel de nuevo al puerto que ya enseñé para coger una lancha que nos llevase a la casa de Mirna y Mara. Esta vez también nos acompañaría Rose, religiosa de la que ya he hablado en otras entradas del blog. Iba a ser y fue, mi primera estancia con hamaca asignada en lugar de cama y debo decir que ningún problema dormir. Aunque quienes me conocen ya se lo podían imaginar. Eso sí, me saludaron todos los ambles bichos del lugar (también porque uno va buscándolo al presentarse allí sin repelente -no obstante, Rose me comentó que "los bichos malos de verdad están en el otro río"-). Esa tarde hicimos un paseo tratando de llegar a la costa para ver la puesta de sol pero el agua ya ha subido demasiado y alcanza los propios árboles de tierra dentro. Caminar por ese suelo era casi como moverse en arenas movedizas.
A la mañana siguiente aprovechamos para acercanos con la lancha a una playa y darnos un baño. Luego subimos a una pequeña capilla situada no muy lejos de donde nos encontrábamos. Allí nos recibió una pareja de ancianos que nos relataron algunos problemas del lugar. Ilustro lo que vimos aquella mañana:
Curiosidad, el barco no atracaba en Manaos (no al menos hasta la última parada) sino que iba dejando a las personas en diferentes embarcaderos utilizando una lancha. De vuelta en Manaos, a casa a descansar para la semana que se avecinaba y que bueno, ya se está dando porque esta vez con tanta foto y demás, me he demorado en escribir la entrada. Espero que haya sido de interés.
Muy interesante tu relato, pero con tanto viaje en barca te veo como Chanquete 😂😂😂, cuidate mucho y cuidado con los indígenas, que tu eres de pueblo y masarrochero.
ResponderEliminarPrecaució millor tenir-la amb els insectes, que últimament sí que estan demostrant ganes de menjar-me. Massarrojeros pel món, sí :D
EliminarNevot, veo que te adaptas bien, hasta con los bichitos.😁.
ResponderEliminarAprovecha y sácate el título de patrón de lancha de rio🤣🤣.
Cuidat molt. Un abraç.
A quin sant, tío, millor de copi haha. Gràcies i cuideuse molt vosaltres també :)
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