Semana de intenso trabajo debido a las salidas temporales de Terida y Mikely de la que no habría salido "vivo" de no ser por la aparición de algunos refuerzos inesperados.
La semana se planteaba compleja porque iba a ser la única persona fija a cargo del atendimiento. Eso sí, los tres primeros días de la semana los pasaría en nuestro "puesto avanzado" en el PITRIG. ¿Qué es eso? Con algo más de detalle lo explico aquí: Semana 33 - PITRIG. Sirva decir ahora, que es la base de los militares y organizaciones humanitarias desde donde se articula la Operación Acogida para con las personas migradas y refugiadas de Venezuela residentes en Manaos.
Allí estuvimos Yan Carlos, en su baptismo de fuego, y yo de lunes a miércoles.
El trabajo no fue del todo pesado por lo que hubo margen para iniciar a Yan, más a fondo, en los entresijos de la PAS (la plataforma que usamos para registrar los datos de las personas atendidas y los atendimientos) y el resto de herramientas empleadas para elaborar los currículos, emitir las carteiras de trabalho digital, entre otros. En el día que escribo esto, ando ciente de lo que se viene ya que mañana la OIM retoma el atendimiento presencial en el PITRIG y es ahora cuando vamos a sentir la saturación en nuestras propias carnes.
Evidentemente, las personas e historias que conocimos aquellos días son muchas. Traigo dos a esta entrada. La de Gelving y la de Yaqueline.
La primera persona con la que traté el lunes 11, cuando todavía no había llegado Yan, fue él. Gelving. Un joven cubano que entró con banda sonora del Canserbero. Hacía escasas semanas que había llegado a Brasil, los tres años anteriores los había pasado entre Guyana y Surinam (ex colonias británicas y holandesas respectivamente, Francia todavía mantiene su terruño junto a estas). Había salido por la devaluación de la moneda, las pésimas condiciones laborales y la violencia (ligada a las drogas) que se sufría en ellas. Dispuesto a "re-comenzar" estaba alarmado por la rapidez con la que sus escasos fondos estaban consumiéndose. Pernoctaba (ya que a las 6:00 te obligan a devolver el mugroso colchón -"ya podrían lavarlos"- en el que duermen) en la Rodoviaria (en las carpas situadas junto a la estación de autobuses). Allí la situación es terrible, las mayores vejaciones son cometidas día sí día también, a plena luz, y sin que nadie de todas las organizaciones desplegadas (ejército incluido) hagan nada por evitarlo. Mal menor, son solo -quienes lo sufren- migrantes. En fin, la situación es tan penosa y peligrosa que en la semana en la que escribo, Gelving volvió (junto a otro compañero cubano) para pedir que le hiciera una "autorización", cualquier cosa con la que conseguir pasar los controles del puerto y así tratar de enrolarse en un barco (pagar su pasaje con el trabajo) que lo lleve bien lejor. Porque aquí no puede seguir, en el "abrigo" hay mucha "gente mala" y él no quiere hacer cosas malas, ya no, quiere empezar de nuevo. Lo último que sé de él es que está en la calle, cerca del puerto y siente que antes o después tendrá que hacer algo malo (o se lo harán a él) porque está indefenso y tiene hambre.
Pensando en los barcos, he recordado lo que Doriney me contó sobre sus años trabajando a bordo de uno (los de pasajeros quizás sean más amables pero los de mercancías...). El contrabando se queda en poca cosa delante de los asesinatos y violaciones que se cometían durante sus travesias. A punto estuvo de acabar en el río ella. Gelving dice que él está dispuesto a asumir ese riesgo.
La otra historia es la de Yaqueline, a quien había atendido por teléfono semanas antes ya que estaba embarazada de riesgo y no podía venir a la oficina a realizar la solicitud de su documentación. Varias veces hube de corregirla, "que no soy padre", pero es lo que tiene trabajar en una organización de iglesia. El caso es que aquel día, el martes 12 para ser más exactos, entró un hombre mostrándome en su teléfono mi contacto y diciendo que necesitaba ayuda que les habían enviado aquí. Respondí que pasaran y entró Yaqueline con su hijo, de apenas una semana, recién nacido. Rápidamente entendí quien era y me situé. Me explicaron. Tenían cita para aquel día, para recoger sus documentos, pero el sistema informático de la Policia Federal había caído (así estuvo toda la semana) y solo les daban largas, que esperasen. Ellos tampoco entendían muy bien lo que les decían. Lo que sabían es que Yaqueline salía de un parto con complicaciones que la llevaron a pasar casi una semana ingresada, apenas podía andar, y ese bebé recién nacido, expuesto a ese sol de justicia (con la piel de un rojo incandescente). Joder. Debo decir que me saturé un poco. Salí de la caseta, me paré y llamé a Terida para preguntar qué hacer. Esta me dijo que debía dirigirme al puesto de ACNUR y hacer que los atendieran por prioridad para que pudieran ser reagendados lo antes posible. Luego los mandaría a casa pagando el transporte (habían venido en los abarrotados buses desde bien lejos). En teoría, iban a traerles unos vecinos del barrio. Al final, nada de eso. La falta de apoyos y redes es un hándicap tan grande para las personas migradas...también la diferencia de trato. Pocos días después me escribió mostrando unas capturas de pantalla con su casero el cual los quería echar del piso. Ellos, que llevaban un año y medio viviendo en un lugar insalubre que el casero no quería reformar (en otros apartamentos sí hacía reformas, para inquilinos brasileños) y ahora que no podían pagar un mes de alquiler (el marido no había podido hacer diarias por tener que cuidar de ella y el bebé), se iban a la calle...
El resto de la semana fue una semana tipo. El jueves me ayudó la voluntaria Maely a quien había dado una pequeña formación el martes. Ella que estaba encargada del área de comunicación ha tenido que diversificar sus tareas porque vamos muy justos de personal (a la vuelta de Mikely y Terida la segunda entra de "ferias"). De modo que cuantas más manos mejor. También se ha abierto un nuevo proceso de selección de voluntariado. Ojalá entren antes de septiembre y pueda enseñarles y delegarles progresivamente mis tareas antes de mi vuelta a España.
El viernes fui invitado por el padre David a almorzar en su comunidad y conocer a mi coterráneo el padre Paco quien lleva desde los 20 años en Brasil. Los últimos viviendo en la triple frontera Brasil-Perú-Bolivia.
La conversación inició en valenciano aunque pronto me diría que lamentablemente por más que le gustase, no sabía lo suficiente debido a la prohibición en sus tiempos franquistas. Pasamos pues a hablar de su última visita, bastante reciente, y de cómo él había relatado todo lo que lleva vivido aquí. Y qué vivencias, desde conocer al padre Pere Casaldáliga y al hermano Vicente Cañas (mártir por la causa indígena) a contemplar grandes horrores como el viaje de 600 personas haitianas que el año pasado quedaron atrapadas en Assis Brasil (la triple frontera mencionada, del lado brasileño) ante la negativa del gobierno peruano a dejarlos continuar (su destino final era EEUU). Durante un mes trataron de cruzar el pequeño puente que une ambas naciones, sin éxito. Para la reducida población de esta localidad, supuso un aumento del 10%. Con la ayuda de todos pudieron acoger a los haitianos de forma digna. Luego, poco a poco, estos fueron diseminándose buscando nuevas rutas. Años después una de ellas lograría contactar de nuevo con el padre. Narraba con tremenda pesadumbre lo que había significado aquel "viaje" y ponía especial énfasis en el terrible paso por el Tapón del Darién. Un paso de muerte.
Estos últimos días he hablado con personas venezolanas que tienen conocidos que lo han cruzado o, no lo consiguieron...
Tapón del Darién: Un cruce demencial y una alerta necesaria
Respecto al fin de semana, seré breve. El sábado despedimos a Kevin y el domingo recibimos al padre Agnaldo. El valedor y promotor, junto con Entreculturas, de que yo esté aquí.
Abrazos,
Sergio
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